Um artigo de Antonio Muñoz Molina sobre sua leitura de Montaigne no Babelia. As primeiras linhas:
A punto de salir de viaje, compruebo que llevo conmigo, entre las cosas necesarias que no pueden olvidárseme, mi libro de Montaigne. Es el segundo tomo de la edición de bolsillo de Folio, espléndidamente editada y anotada por Emmanuel Naya, Delphine Reguig-Naya y Alexandre Tarrête. Está muy moldeado por el trato con las manos y con los bolsillos de chaquetones y abrigos, y por las muchas idas y venidas en las que me ha acompañado. Es la segunda vez que lo leo en el plazo de unos meses. Empecé, uno poco por azar, una lectura seguida de los Ensayos al cabo de una temporada de inmersión en el Quijote, y en torno a él en otras obras de Cervantes, biografías y estudios. Ir de Cervantes a Montaigne fue quizás una deriva natural de lector, la intuición confirmada de ciertas afinidades, dos almas templadas en tiempos de furibundas explosiones de fanatismos religiosos, dos viajeros por Italia, dos herederos de la corta era de apertura mental del humanismo de la primera parte del siglo XVI.
Lá pelas tantas, o autor cita Wallace Stevens (189-1955), poeta americano que escreveu que um leitor se torna naquilo que lê.
Paulo Henriques Britto, em artigo na Piauí, diz que ele não viajou para a Europa, ia com frequência para a Florida para pescar e beber (a mulher não o deixava beber em casa), e teria levado uma surra de Hemingway.
Ei-lo:
The Reader
All night I sat reading a book,
Sat reading as if in a book
Of sombre pages.
It was autumn and falling stars
Covered the shrivelled forms
Crouched in the moonlight.
No lamp was burning as I read,
A voice was mumbling, “Everything
Falls back to coldness,
Even the musky muscadines,
The melons, the vermilion pears
Of the leafless garden”.
The sombre pages bore no print
Except the trace of burning stars
In the frosty heaven.
Comentários
Postar um comentário